Personajes de ficción inspirados en personajes reales

En los créditos iniciales de los telefilmes es habitual leer la advertencia de que los hechos narrados están basados en hechos reales o, por el contrario, que cualquier semejanza entre los personajes de ficción y la realidad es pura casualidad. Porque el principal yacimiento del que el autor extrae sus ideas es de la realidad circundante, aunque él no lo pretenda.

Es por ello que, explícita o implícitamente, muchos de los personajes de la literatura son calcos de personajes que existieron de verdad.

Por ejemplo, en Robison Crusoe, novela de 1979 de Daniel Defoe, no hace más que transcribir literalmente lo acaecido realmente en las islas Galápagos al marino Alexander Selkirk, nacido en la ciudad escocesa de Largo:

Enrolado en 1704 en el barco Five Ports como contramaestre, Selkirk encabezó una protesta de la tripulación por las condiciones de vida en el barco. El capitán de la nave, apellidado Strading, le castigó por dicho acto de indisciplina, cual era la costumbre marinera de la época, abandonándole en una isla deshabitada del océano Pacífico, como unas mínimas provisiones. Esta isla resultó ser la que por entonces era llamada Juan Fernández, aunque posteriormente se llamó Más a Tierra y hoy, bajo soberanía chilena, se llama precisamente Robinsoe Crusoe.

Se sospecha que Defoe escuchó el relato del propio Selkirk cuando éste regresó a Inglaterra, lo que le llevó a plasmarlo en su libro.

Más conocido es, sin duda, el caso de la existencia literaria del Conde Drácula, basado en la vida deVlad Tepes El Empalador, príncipe de Valaquia del siglo XV, que se autotitulaba en 1436 (coged aire): “Vlad, hijo del difunto príncipe Mircea, voivoda de las regiones trasalpinas”. Al parecer, Vlad gustaba de celebrar comidas antropófagas rodeado de sus víctimas aún vivas (a las que clavaba de pies y manos en un tablero para que la agonía se dilatara).

Su casa en lo alto de un monte, conocido como Castillo Drakula (“demonio” en rumano), sugirió el nombre de su novela y el del personaje literario Bram Stoker, autor que conoció la historia a través de un documento encontrado en el Museo Británico.

La cabaña del Tío Tom, de Harriet Beecher-Stowe también se inspiró en un personaje real: Josiah Henson, que fue entrevistado en Boston por el propio autor. Henson fue un esclavo estadounidense de raza negra, nacido en una finca de Maryland, que acabó trabajando para su amo, a la vez que se alzaba en predicador metodista de la comunidad negra.

La protagonista de Madame Bovary, de Flaubert, se inspiraba en Delphine Delamare, hja de un acomodado terrateniente francés, que se casó con un médico de la ciudad de Ry. Soñadora y vivió una existencia de extravagantes lujos, rodeada de amantes, para acabar sus días suicidándose con arsénico. Flaubert, sin embargo, siempre negó esta inspiración, hasta el punto de que llegó a afirmar que Emma Bovary era él mismo. Tal vez Flaubert renegaba de su obra porque fue condenada por pornográfica al poco de ser publicada en 1856 como folletín en las páginas de un periódico.

Alejandro Dumas, hijo (1824-1895), se inspiró en Marie Duplessis para encarnar a Margarita Gautier en La dama de las camelias. Duplessis era una empleada en una fábrica de corsés y una sombrería, antes de ejercer como prostituta en París.

Y a pesar de que Sherlock Holmes no es, como creen muchos lectores, un personaje real que vivió en Baker Street, sí que lo fue la figura que inspiró a Conan Doyle: el doctor Joseph Bell, un profesor de medicina de Doyle. Bell impresionó a Doyle tanto por sus conocimientos en medicina como por sus sagaces dotes para la deducción: tras un efímero vistazo a sus pacientes, Bell era capaz de deducir multitud de vicisitudes de sus vidas.

Entre las hazañas detectivescas de este sagaz médico se cuenta, por ejemplo, que descubrió el asesinato de una mujer que su marido trataba de hacer pasar como un accidente doméstico. En efecto, una noche de 1877, Eugène Marie Chantrelle suministró a su esposa, que acababa de firmar una póliza de seguro por 5.000 libras contra la muerte accidental, un letal vaso de zumo de limón al que había agregado opio sólido. A la mañana siguiente, simuló un escape de gas en la habitación de su esposa para que pareciese que ésa había sido la causa de la muerte. El doctor Bell encontró un rastro de saliva en la almohada de la señora Chantrelle que permitió demostrar que la limonada contenía el veneno y, por tanto, que se trataba de un asesinato, tras lo que no fue difícil desenmascarar al marido.

Quasimodo consigue su aspecto de una figura histórica real, un escultor que trabaja en Notre Dame en el 1800.

Bret Easton Ellis admite que su principal referencia para crear al psicópata protagonista de su novela American Psyco, Patrick Bateman, es Tom Cruise. Me lo creo.

Vía | El libro de los hechos insólitos de Gregorio Dorval

 

 

Bofetada educadísima de Brasil al mundo.

DECLARACIONES DE CHICO BUARQUE
MINISTRO DE EDUCACIÓN DE BRASIL.


Durante un debate en una universidad de Estados Unidos, le preguntaron al ex gobernador del Distrito Federal y actual Ministro de Educación de Brasil, CRISTOVÃO CHICO BUARQUE, qué pensaba sobre la internacionalización de la Amazonia. Un estadounidense en las Naciones Unidas introdujo su pregunta, diciendo que esperaba la respuesta de un humanista y no de un brasileño.

Ésta fue la respuesta del Sr. Cristóvão Buarque:

Realmente, como brasileño, sólo hablaría en contra de la internacionalización de la Amazonia. Por más que nuestros gobiernos no cuiden debidamente ese patrimonio, él es nuestro.

Como humanista, sintiendo el riesgo de la degradación ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás, que es de suma importancia para la humanidad.

Si la Amazonia, desde una ética humanista, debe ser internacionalizada, internacionalicemos también las reservas de petróleo del mundo entero.

El petróleo es tan importante para el bienestar de la humanidad como la Amazonia para nuestro futuro. A pesar de eso, los dueños de las reservas creen tener el derecho de aumentar o disminuir la extracción de petróleo y subir o no su precio.

De la misma forma, el capital financiero de los países ricos debería ser internacionalizado. Si la Amazonia es una reserva para todos los seres humanos, no se debería quemar solamente por la voluntad de un dueño o de un país. Quemar la Amazonia es tan grave como el desempleo provocado por las decisiones arbitrarias de los especuladores globales.

No podemos permitir que las reservas financieras sirvan para quemar países enteros en la voluptuosidad de la especulación.

También, antes que la Amazonia, me gustaría ver la internacionalización de los grandes museos del mundo. El Louvre no debe pertenecer solo a Francia. Cada museo del mundo es el guardián de las piezas más bellas producidas por el genio humano. No se puede dejar que ese patrimonio cultural, como es el patrimonio natural amazónico, sea manipulado y destruido por el sólo placer de un propietario o de un país.

No hace mucho tiempo, un millonario japonés decidió enterrar, junto con él, un cuadro de un gran maestro. Por el contrario, ese cuadro tendría que haber sido internacionalizado.

Durante este encuentro, las Naciones Unidas están realizando el Foro Del Milenio, pero algunos presidentes de países tuvieron dificultades para participar, debido a situaciones desagradables surgidas en la frontera de los EE.UU. Por eso, creo que Nueva York, como sede de las Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Por lo menos Manhatan debería pertenecer a toda la humanidad.
De la misma forma que París, Venecia, Roma, Londres, Río de Janeiro, Brasilia... cada ciudad, con su belleza específica, su historia del mundo, debería pertenecer al mundo entero.

Si EEUU quiere internacionalizar la Amazonia, para no correr el riesgo de dejarla en manos de los brasileños,internacionalicemos todos los arsenales
nucleares. Basta pensar que ellos ya demostraron que son capaces de usar esas armas, provocando una destrucción miles de veces mayor que las lamentables quemas realizadas en los bosques de Brasil.

En sus discursos, los actuales candidatos a la presidencia de los Estados Unidos han defendido la idea de internacionalizar las reservas forestales del mundo a cambio de la deuda.

Comencemos usando esa deuda para garantizar que cada niño del mundo tenga la posibilidad de comer y de ir a la escuela. Internacionalicemos a los niños, tratándolos a todos ellos sin importar el país donde nacieron, como patrimonio que merecen los cuidados del mundo entero. Mucho más de lo que se merece la Amazonia. Cuando los dirigentes traten a los niños pobres del mundo como Patrimonio de la Humanidad, no permitirán que trabajen cuando deberían estudiar; que mueran cuando deberían vivir.

Como humanista, acepto defender la internacionalización del mundo; pero, mientras el mundo me trate como brasileño, lucharé para que la Amazonia, sea nuestra. ¡Solamente nuestra!

NOTA: Este artículo fue publicado en el NEW YORK
TIMES, WASHINGTON POST, USA TODAY y en los diarios de mayor tirada de EUROPA y JAPÓN.

Pero en BRASIL y el resto de Latinoamérica, este artículo no fue publicado.

 

Le Clézio: la metamorfosis silenciosa

 

Se publica en español una ficción intensamente autobiográfica que echa nueva luz sobre la obra del autor de El africano

Por Pedro B. Rey | LA NACION

 

Una escritura es una sustancia en continua expansión, un paciente y sigiloso work in progress . El perfil de un autor se va construyendo a su ritmo. Cada nueva obra puede profundizar una predilección que ya se encontraba en las precedentes, pero asimismo habilitar desvíos, una perspectiva inédita, otra manera de abordar el conjunto general. A cualquier libro -no todo es tan idílico- puede pasarle también lo que a la mayoría: que, como señaló alguna vez William Gass, muera antes, mucho antes, que aquel que le dio forma.

A fuerza de una cuarentena de novelas, relatos, ensayos, incluso libros para niños, Jean-Marie Gustave Le Clézio (Niza, 1940) parece haber lidiado con todas esas variables y, por lo tanto, aparenta ser más de un escritor. Fue tempranamente reconocido por la crítica y, luego, tras pasar por una crisis que lo obligaría a replantearse su manera de escribir, reconocido por el público hasta que, en 2008, lo reconoció, si algo faltaba, la Academia Sueca.

Él mismo condenó sus primeros libros de los años sesenta al ostracismo. Aunque en su país siguen reeditándose (lo que vuelve el ostracismo, más que efectivo, simbólico), los considera contaminados de un esteticismo arrogante. El descarte es inmerecido porque entre esas obras están algunas de las mejores que escribió. Años después, despojado de aquella vocación experimental, produjo un giro hacia narraciones que buscan alcanzar lo concreto sin otra mediación que la confianza en la aparente transparencia de la lengua. El aliento poético era la coartada y Gérard de Nerval, en particular Las hijas del fuego , uno de sus guías declarados. La piedra de toque de ese imaginario fueron sus experiencias viajeras, los paisajes distantes y el conocimiento de culturas no europeas, sumados a su interés, desperdigado en gran cantidad de ficciones, por los mitos y las narraciones orales. Esa vertiente se consolidó hasta tal punto que, con los años, se volvió un lugar común. Bastaba abrir un libro firmado por Le Clézio para aventurar qué se iba a encontrar en él. Fue sólo en la última década cuando se produjo otro viraje, casi imperceptible esta vez, en que lo autobiográfico, que siempre merodeaba sus textos, ocupó el lugar central.

Revoluciones -la novela de seiscientas páginas que Adriana Hidalgo Editora publica por primera vez al español- funciona como un epicentro doble: es la narración que abrió la puerta hacia ese territorio personal y la que, al mismo tiempo, permite poner bajo una luz nueva el resto de su obra, la de la madurez pero también la juvenil. Se publicó en 2003, antes de El africano y de La música del hambre . Estos dos volúmenes (publicados por la misma editorial y traducidos por la poeta argentina Juana Bignozzi) hacen foco, de manera directa, en sus progenitores: el primero, en el padre, un desilusionado cirujano que trabajó la mayor parte de su vida en territorios coloniales; el segundo, en la madre, de origen inglés. El hilo conductor de Revoluciones , en cambio, es alguien más cercano: él mismo. O alguien que tiene con él notables puntos en común, dado que no se trata de una verdadera autobiografía. El protagonista comparte su patronímico (Jean) y los ancestros bretones (el apellido, en vez de Le Clézio, es Marro). Como él, está marcado a fuego por la centuria y pocas décadas que los antepasados de su familia residieron en Mauricio y, sobre todo, por el abrupto desarraigo de aquellas islas del océano Índico. Aunque casi casualmente Jean Marro vino al mundo en Malasia y no en Niza, como su creador, es en esta última ciudad, innominada, más odiada que querida, en la que transcurre su adolescencia, durante los agitados años sesenta. También desde allí huye con destinos similares a aquellos a los que partió el joven Le Clézio: Inglaterra, donde los dos estudian; y México, donde Marro permanece una breve temporada, azorado ante los signos y crueldades de un mundo que descubre radicalmente distinto, y donde, a su turno, Le Clézio vivió quince años para convertirse en un erudito en antiguas culturas mexicanas. Un dato curioso: el individuo de la ficción que atraviesa aquella década no escribe, mientras que el personaje de la realidad para entonces no sólo publicaba, sino que su nombre era ya una contraseña del mundo literario.

Con todo, Revoluciones no se limita a la minuciosa educación sentimental de su protagonista. Las diversas obsesiones de Le Clézio parecen coincidir en el mismo espacio y alcanzar, quizá como nunca, la estatura de lo " romanesque " (lo novelesco), esa noción indefinible que, en su versión francesa, excede los estrechos límites de lo literario. Es por eso que puede convertirse en novela familiar, en razón de las melancólicas rememoraciones de Catherine, la vieja tía abuela de Jean, sobre la vida en Mauricio; transformarse en novela histórica (aunque una historia en primera persona, de un realismo sin adjetivos) gracias a los diarios de un antiquísimo familiar que participó en la Revolución Francesa; y también, como si a último momento se quisieran recuperar las historias míticas que le dieron notoriedad al autor, en una novela sobre la cultura africana, cuando en el tramo final surge, inesperada, la voz en primera persona de una esclava negra. La prosa se permite el lirismo descriptivo que identifica al autor, pero en las mejores partes se vale de una prosa seca, casi documental, como si los nombres y enumeraciones fueran la manera más eficaz de conservar ese presente que se escurre a cada paso.

Jean Marro siente que no pertenece a ninguna parte. Lo mismo le sucedió a Le Clézio. Desde un comienzo, la escritura fue su lugar en el mundo. Alguna vez contó cómo comenzó a escribir a los siete años, para llenar el tiempo durante las travesías en barco, de África a Francia, y viceversa. Quizá por esa razón esta novela -que podría considerarse algo así como la creación de una patria personal- muestra con claridad, quizá sin saberlo, la conexión que vincula en silencio toda su obra.

Revoluciones permite, por ejemplo, releer sus primeras novelas (Le procès-verbal Le déluge ;La guerre ) a la luz de los años sesenta. No para buscar las razones de las supuestas adscripciones estéticas de Le Clézio en aquel momento (que con prudencia pueden vincularse al Nouveau Roman y al grupo de la revista Tel Quel ), sino para calibrar hasta qué punto ya se apartaba de ellas.

Le procès-verbal (que en español se tradujo como El atestado ), publicada en 1963, cuando el escritor tenía 23 años, es un buen caso testigo. Aquel libro compartía mucho de la angustia de El extranjero , aunque su prosa era mucho más lujuriosa que la "escritura blanca" del texto de Camus. Adam Pollo, el protagonista, vivía en una casa vacía, cerca de una playa, y no alcanzaba a recordar si había salido de un psiquiátrico o era un simple desertor. Michèle, una chica a la que frecuenta, cuando él cree recordar una guerra, le dice que es imposible: no tiene edad para haber participado de la Segunda Guerra Mundial, la última que hubo. Cualquier lector de aquel momento debe de haber reconocido que, si Adam estaba escapando de una guerra, era una que estaba ocurriendo en aquel mismo instante. El impacto emocional que tuvo la guerra de Argelia en Le Clézio, velado en aquel libro inaugural, puede encontrarse ahora sin eufemismos en la discreta brutalidad de los relatos ajenos, en la muerte de un amigo y en la reproducción casi telegráfica de las masacres del conflicto que el todavía adolescente Marro anota puntualmente en su cuaderno.

También figuran en las páginas de aquel libro presentimientos que se repiten en Revoluciones . Al igual que Jean, Pollo leía a los presocráticos (Parménides, en particular) y se interesaba, como la futura literatura de Le Clézio, por cuestiones más vinculadas a la ingenuidad de la experiencia poética que a las estrategias de la inteligencia. En un momento, Adam terminaba echado sobre una piedra y se quedaba mirando el cielo mientras buscaba volverse vegetal, mineral, microbiano, tratando de entrever "su propia armonía en el universo, de la que estaba seguro ocupaba eternamente el centro, sin descanso".

En un ensayo temprano e inclasificable, El éxtasis material (1967), figura más de una declaración de rebeldía contra las modas del momento y presagia el cansancio por todo lo occidental que iba a cobrar cuerpo en la década siguiente:

Cada vez más el análisis se me presenta ilusorio. No permite acercarse. No permite conocer. Es sólo un sistema, una faceta de la verdad entrevista por el hombre. Para conocer no se podría prescindir de él y, sin embargo, para conocer hay que superarlo. Para el hombre todo desemboca en la contradicción, en el misterio, porque todo es cohesión. El mundo es indisociable. Forma un bloque. Si hay razones, si hay finalidad, si hay un origen están mezclados en el tiempo presente [?]

Esa convicción, combinada con el descubrimiento de otras geografías y culturas, sirve de guía a sus libros más conocidos.Desierto (1980), su primer texto importante en esa dirección, es la piedra basal de la nueva modulación. Le Clézio narra la historia de una niña inmigrante que vive en Francia, pero desciende en realidad de una lejana tribu del Sahara, y que, alentada por las leyendas que escucha en su entorno, desea retornar a la tierra de sus ancestros. Estas historias que intentan conjurar el exotismo continuarán con, entre otras ficciones, El buscador de oro , el obsesivo rastreo de un tesoro corsario, la débil El pez dorado La cuarentena , que relata el aislamiento a que se ve condenado un grupo de viajeros en Mauricio por un caso de cólera, yOnitsha , quizá la más conradiana de sus novelas. Le Clézio se acerca a los otros, en estos libros, confiando en lo que entiende como el poder natural de la escritura. Se diría que aspira a que otras cosmovisiones, relegadas por la cultura occidental, se apropien de la materia narrativa y hablen por sí solas. El resultado no siempre es el mejor (a fin de cuentas, Le Clézio no deja de ser europeo y la buena voluntad puede deslizarse con facilidad hacia la corrección política), pero en Revolucionesesta ambición onírico-antropológica alcanza, singularmente, su mejor encarnación. La esclava negra Kiambé cuenta su historia y ese fragmento radicalmente ajeno, incrustado en una novela de múltiples entradas cuando ya no se lo espera, tiene el poder inexplicado de un mantra.

La palabra revolución tiene varios sentidos, y Le Clézio se vale de ellos para su novela. Las peripecias del antepasado del siglo XVIII, Jean Eudes Marro, el combatiente de la Revolución Francesa que se instaló en Mauricio (se desarrolla en la primera mitad), y la de Kiambé (hacia el final) son las ruedas temporales que enmarcan la narración principal. La historia del joven Jean Marro ocupa el lugar preponderante, pero es apenas una rueda más de las que rotan en el mundo.

El principio constructivo es perfecto, aunque Le Clézio se permita un acopio quizás innecesario de información. Tal vez busque ahuyentar cualquier sospecha formalista y hacer hincapié en lo que de verdad le interesa. Porque lo que hay en el resto deRevoluciones son justamente revoluciones (políticas, familiares, personales). La educación sentimental de Jean Marro está puntuada por ellas, sobre todo por las de su propia época, que Le Clézio retrata sin piedad: las páginas sobre Argelia, las incursiones por el Swinging London o la matanza de la Plaza de Tlatelolco son las páginas más crudas y directas que Le Clézio escribió alguna vez.

La memoria no es etérea, sino material, presiente Jean Marro al escuchar la cantilena de Catherine. Como parece sospechar el otro Jean, Le Clézio, su álter ego de la vida real, no hay manera más precisa de corroborar esa cualidad que por medio de lo escrito.

Jorge Herralde: “Puedo defender cada uno de los libros que edité”

 

Bolaño, Copi y Carver… Se quedó con las ganas de tener a Borges, pero se desquitó publicando casi todo Nabokov, uno de sus escritores favoritos. El legendario editor español dialogó con Ñ digital en una de sus primeras entrevistas luego de anunciar la venta de Anagrama a la italiana Feltrinelli.

POR CECILIA BOULLOS.

 

 

“No somos eternos”. La frase fue una de las que Jorge Herralde pronunció a fines del año pasado luego de provocar un pequeño sacudón en el mundo editorial. La razón: la venta de Anagrama, la editorial que había fundado a fines de los ´60 en Barcelona y que durante 40 años había podido mantenerse independiente, armar un catálogo coherente y prestigioso, publicar más de 3.000 libros y crear colecciones exitosísimas como Panorama Narrativa (“la fiebre amarilla”) o los compactos de Anagrama, sus libros de bolsillo.

De acuerdo al anuncio, la editorial italiana Feltrinelli iría sumando participación accionaria en Anagrama cada año hasta convertirse en su propietaria en un plazo de cinco años. Hasta entonces, Jorge Herralde y su esposa, Eulalia Gubern, continuarán siendo sus directores. 
 

-Tras la noticia, en algunos medios españoles se especuló con que usted creía que al negocio del libro no le quedaban más de cinco años.
Como es sabido, en la prensa salen artículos bien intenciones y otros que son puras fabulaciones. Lo cierto es que cuando empecé las conversaciones con Carlo Feltrinelli, hace unos tres años, aun no se había producido esta crisis. Con crisis me refiero a dos: por un lado la que esta afectando el consumo en Europa –de todo, ropa, restaurantes, distensión–; y luego la que tiene que ver con el asunto del libro electrónico. Todavía en España su incidencia es bajísima, pero es difícil predecir. Lo que unifica a estas crisis –la económica y la del modelo del libro– es la opacidad, una visión poco clara del futuro próximo.
 

-Alguna vez, en tiempos de crisis, ¿sintió la tentación de editar un best sellergarantizado?
No, la verdad es que no. Y me remito al catálogo. El catálogo no miente. No hemos tenido esa tentación, entre otras cosas porque tuvimos la suerte de tener muchos long sellers y no pocos best sellers que han sido literarios: Sostiene Pereira de Tabucchi, La conjura de los necios, Arundhati Roy, Paul Auster, Ian McEwan, Bolaño.
 

-En 27 años del premio de narrativa Herralde hubo sólo dos escritoras que lo ganaron, Adelaida García Morales, en 1983, y Paloma Díaz Mas en 1992. ¿A qué lo atribuye?
En este premio no hay patriotismo de ningún sentido, ni español ni latinoamericano ni joven ni adulto ni anciano ni mujeres, gana simplemente el mejor. Entre los presentados al premio ha habido no pocas finalistas, pero en la competición de cada año, bueno, no han quedado.

 

-Dígame cuál es la parte mas aburrida de ser editor.
Ciertas tareas administrativas que ya he delegado bastante, algunas negociaciones, lidiar con algunos egos, pero las satisfacciones superan por mucho los contratiempos. Claro que hay altibajos y grandes “subidones”, hay desencantos, de repente te enamoras de una novela, apuestas por ella y el público no te sigue. Me ha pasado con ciertos autores, por ejemplo con Kapuściński, que hasta el sexto libro, Ébano, en España no triunfó.

 

Cirugía menor


-El escritor Juan Villoro contó que un original revisado por usted termina siendo una especie de animal que en lugar de piel, tiene post-its pegados por todos lados. ¿Hasta dónde llega su intervención como editor? ¿Alguna vez tan lejos como la de Gordon Lish con Carver, por ejemplo?
Jamás. Esta invasión truculenta no es la que hacemos en la editorial. En algunos casos, como con Bolaño, la intervención era mínima porque entregaba manuscritos casi perfectos. Si el manuscrito tiene muchos problemas entonces se le envía un informe de lectura al autor para que él mismo presente una nueva versión o desista. O vaya por otro camino. Esto que dice mi querido Villoro, un poco exagerado, es una especie de cirugía menor. Intervengo y sugiero, y sugiero naturalmente siempre a favor del texto.
 

¿Un narrador frustrado puede ser un buen editor?
Podría ser, la psique humana es complicada. En el caso de Gordon Lish, publicó varias novelas con escaso éxito, en cambio Carver…es una historia muy complicada. A ver: no discuto aciertos en  la intervención de Lish, pero esta cosa truculenta de enmendar demasiado… Lo hace ingresar con éxito en el mundo editorial pero a costa de que su obra se vea cambiada y mutilada sensiblemente, con lo cual Carver se siente muy agradecido por una parte con Lish, pero por otra casi como un impostor. Luego quedó demostrado conPrincipiantes que la versión auténtica de sus libros era distinta, pero muy valiosa también.
 

-Como editor, ¿le parece más valioso el Carver original?
En realidad, para ser totalmente sincero, creo que son dos libros distintos y los dos son muy buenos.

 


-Es famosa la anécdota de que usted le sugirió a Bolaño desistir del título “Tormenta de mierda” para una de sus novelas, ¿que importancia tiene el título en el éxito de un libro?
El título “Tormenta de mierda” me parecía francamente disuasorio. Insistí bastante, me puse un poco pesado, a favor del texto. Y al cabo de un tiempo de insistencia de mi parte, al final Bolaño me dice: “¿Sabes qué? Este título ‘Tormenta de mierda’ ya no me gusta nada”. Luego me enteré que Juan Villoro también lo había ido trabajando por su lado. Igual es difícil de medir, porque hay títulos no muy buenos que han funcionado muy bien. Pero hombre, yo prefiero uno bueno y lo cierto es que hay muchos autores que me piden que titule sus libros, y lo he hecho en algunas ocasiones. Por ejemplo El viaje vertical de Vila Matas. Me divierte bastante, es un pequeño hobby personal. 



-¿Y en el caso de Alan Pauls, cuya novela se llamaba en principio Ex y terminó siendo El pasado?
No, ahí toda la responsabilidad es de Pauls. Del título anterior y del final.

 

¡Haz lo que quieras! 

-En Opiniones mohicanas relata varias reuniones con escritores que luego terminó editando. ¿Cuál fue el primer encuentro que lo impresiono más?
Bueno, casi Copi. Un personaje singularísimo, con una originalidad y un desparpajo increíbles. A Copi lo editaba mi gran amigo y editor francés Christian Bourgeois. Yo lo seguía desde hacía muchos años en Le nouvel observateur, con la tira “La mujer sentada”. Luego leí El uruguayo y se lo di a traducir a Vila-Matas y entonces quedé que se lo enviaríamos a Copi para que lo revisara. Pasaban los meses, sólo tenía 40 folios, era una novelita y no había manera. Al final, en un viaje a París me fui a verlo al teatro, al terminar salió con un abrigo blanco largo hasta los pies, fuimos a tomar una copa, muy simpático. Y le dije: “Bueno, ¿qué pasa con la traducción? "¡Haz lo que quieras!", me contestó.
 

-¿Cree en esa frase que dice que a los editores hay que juzgarlos por los libros malos que editan y no por los buenos que dejan pasar?
La dijo un editor amigo, el de Carver y Ford en Francia, entre otros. Y sí: para los buenos libros hay muchos competidores, incluso te puede haber llegado tarde o cogerte en un mal momento –o sin tener espalda financiera para afrontarlo–, así que la responsabilidad es muy diluida. En cambio, de los malos libros claramente la responsabilidad es total. No quiero pecar de soberbia, pero cada libro que publiqué, en cada momento en particular, me pareció pertinente, siempre me preocupé por publicar libros que encajaran de alguna manera con el zeitgeist, tanto en narrativa como en ensayo como en crónica. No me arrepiento de nada y sería capaz de defenderlos a todos. Lógicamente muchos títulos de ensayo que publicamos en los '70 quedaron obsoletos.
 

-Hace poco el editor de un suplemento cultural afirmaba que había que olvidarse de los no lectores y preocuparse de los lectores habituales de literatura. ¿Comparte esta opinión? 
Yo me he dedicado toda la vida a los lectores. Y, especialmente, a los lectores fuertes como les dicen en Francia. Aquellos que leen por placer, por pasión y por todo lo que se debe leer. Sí, me encanta que por fenómenos de boca-oreja un libro que habitualmente tendría unos 3000 ó 5000 lectores se convierta en una onda expansiva y pueda vender hasta 100 mil ejemplares.
 

Entre los últimos libros que editó, ¿qué voces le llamaron la atención?
Bueno, De vidas ajenas de Emmanuel Carrère creo es que uno de los mejores libros que he publicado en los últimos años. Una temática dura, la muerte de una niña en un tsunami, luego una historia de dos amigos con cáncer, pero de una fuerza y una inteligencia superiores. Consciente de lo difícil del tema, llamé personalmente a directores de suplementos, a periodistas, empecé a hacer sonar el tan tan para vencer esta resistencia y con bastante éxito, no tanto como en Francia, donde fue un best seller. Antes habíamos publicado Una novela rusa, que no había funcionado nada, así que pensé que ésta también tendría un destino aciago, pero afortunadamente me equivoqué. Otro escritor que me hace ilusión es Niccolò Ammaniti. Su libro Que empiece la fiesta es uno de los tres que más me han hecho reír en mi vida, a carcajadas, junto con La conjura de los neciosWilt, de Tom Sharpe. Es una sátira muy desopilante sobre la Italia contemporánea.


-En El optimismo de la voluntad nombra de pasada un proyecto de libro –Itinerario argentino– sobre su vínculo con Argentina, sus escritores y sus editoriales, ¿en qué quedó ese proyecto?
En 7 u 8 cuartillas. Estas cosas empiezan un poco como hobby, tomaba notas, diarios de viajes, encuentros con escritores, y empecé a fabular sobre ello. Y al final no quedó en nada, solo en algunos retratos que se fueron publicando en otros de mis libros. Uno de Copi, uno de Piglia, uno de Pauls.

 

 

Houellebecq da las gracias a wikipedia por su aporte

 

Houellebecq da las gracias a Wikipedia por ser su «fuente de inspiración»

 

Apenas lleva un mes en las librerías españolas y «El mapa y el territorio», el libro con el que Michel Houellebecq, «enfant terrible» de las letras francesas, ha perdido parte de su rebeldía al recibir el prestigiosoPremio Goncourt, ya ocupa los primeros lugares en la lista de loslibros más vendidos.

Un espacio logrado no solo por las buenas críticas en general que está teniendo la novela, publicada por Anagrama, sino por «el boca a oreja», que funciona de maravilla para adentrarse en la quinta y última obra del autor de «Las partículas elementales», la cual además viene acompañada por la polémica de la acusación de plagio por el uso que hizo Houellebecq de algunos párrafos de la Wikipedia.

Una acusación difícil de probar, ya que además de los retoques que Houellebecq (Reunión, Francia, 1958) hace con sus escritos, en en la página dedicada a los agradecimientos da las gracias específicamente aWikipedia, «cuyas notas he utilizado -dice- como fuente de inspiración, especialmente las relativas a la mosca doméstica, a la ciudad de Beauvais y a Frédéric Nihous».

En «El mapa y el territorio», Houellebecq utiliza menos que en sus anteriores trabajos lo políticamente incorrecto, como su obsesión por la sexualidad, sus latigazos de xenofobia o de islamofobia, o sudefensa del turismo sexual en Tailandia, pero introduce en la novela un elemento muy elogiado, que es la creación de un personaje llamado Michel Houellebecq.

Un escritor francés misántropo, aislado del mundo, raro, que forma parte de una trama con tintes de novela negra y que le da al protagonista, Jed Martín, un artista, el contrapunto y el álter ego -él también es un ser humano poco dado a los humanos- para atizar contra el arte contemporáneo y los temas de la sociedad de consumo y el capitalismo en general.

Una extraña desaparición

Como el personaje de su novela, Houellebecq, que tenía un compromiso con sus lectores este mes en Holanda y Bélgica, desapareció sin dar señales de vida, ni siquiera a sus editores, agentes y traductores. Mercadotecnia o no, el escritor francés volvió a reaparecer días después ya pidiendo disculpas a sus lectores.

Se da la circunstancia de que su personaje en el libro también se aleja del mundo y de la gente. «En el fondo, se dijo Jed tristemente al cerrar la carpeta, su padre nunca había cejado en su empeño de construir casas para las golondrinas». Ésta, que es una de las frases del libro que se atribuye al protagonista cuando muere su padre, un arquitecto frustrado, podría ser la metáfora de la escritura de Houellebecq, empeñado en construir libros que alberguen el vacío y el malestar del hombre contemporáneo.

 

Reúnen crónicas de Stieg Larsson en un libro de inquietante vigencia

 

Investigaba a los grupos neonazis, el fascismo europeo y la violencia de género. Daniel Poohl, amigo del autor de Millenium y recopilador de sus artículos le contó aÑ detalles de la vida de su ex compañero.

POR GUIDO CARELLI LYNCH

STIEG LARSSON. Una imagen del escritor y periodista tomada pocos meses antes de que muriera, en 2004.

El primer artículo de La voz y la furia, el flamante compendio de notas periodísticas del afamado Stieg Larsson explica por qué vale la pena todo el libro. Se titula “En Estocolmo también pueden producirse atentados terroristas” y fue publicado en 1995 en el primer número de la revista-fundación Expo, que Larsson dirigía por convicción y para ganarse la vida. Porque en vida, antes de morirse y convertirse en autor del fenómeno Millenium, que lleva vendidos 90 millones de ejemplares en todo el mundo, Larsson era un periodista obsesionado por controlar a los pequeños y peligrosos grupos de ultraderecha de su país. En él explica por qué a pesar de su poca representación son un peligro latente y por qué no conviene caer en la tentación de definir a los terroristas blancos, europeos y de derecha como un grupo insignificante de loquitos que trabajan en soledad. “Algunos de sus miembros tarde o temprano harán algo realmente estúpido”, concluye Larsson.


Más temprano que tarde, quince años después, Anders Behring Breivik detona un coche bomba en Oslo, a 530 kilómetros de Estocolmo. Después aniquila él solo a 69 jóvenes y militantes políticos de centroizquierda. La prensa internacional, la de acá y la de allá, se refiere a Breivik como “un loquito”, sin desentrañar del todo la advertencia profética de Larsson, cuando se refiere a los atentados contra minorías en Londres en 1999. “Un loco solitario –como la policía de Londres había llamado al terrorista David Copeland– resulta menos preocupante y más fácil de explicar que la posibilidad de que los nazis se estén dedicando al terrorismo organizado, un terrorismo que atraviesa las fronteras nacionales”.

Entre 2001 y 2004, Larsson trabajó en la redacción de Expo con Daniel Poohl, quien por entonces tenía apenas 21 años. Larsson lo ayudó a hacer sus primeras armas en el periodismo y, a pesar de la brecha generacional, se hicieron amigos. Hoy, diez años después y luego de la inesperada muerte de Larsson, Poohl se convirtió en jefe de redacción de Expo. De él fue la idea de reunir los textos periodísticos de Larsson y publicarlos. De su puño y letra es también el prólogo del libro. “Creo que sobre el atentado en Oslo hubiese dicho lo mismo que nosotros hoy: el terrorista no estaba solo con sus ideas. Pertenecía a un movimiento anti-musulmán de donde tomó las ideas”, explica ante la consulta de Clarínvía mail.

En La voz y la Furia Larsson explica el crecimiento de estas expresiones políticas radicalizadas que en un principio eran aisladas y que, con el correr de los años, consiguieron representación parlamentaria. Suecia, su país, era su obsesión, pero no el único que lo preocupaba. Por eso cita la investigación de Expo de 1997 que arrojó que en 25 de los 37 países europeos analizados existían grupos de extrema derecha con representación parlamentaria. Ya entonces había 7 eurodiputados de extrema derecha. En 1997 todavía nadie hablaba del fracaso del asimilacionismo para integrar a las minorías, porque esa doctrina ni siquiera había sido inventada.


Esta veintena de crónicas, reportajes y editoriales recopilados permite conocer una realidad distinta a la del estereotipo lavado que se propaga sobre Suecia en los medios internacionales. El creador de Lisbeth Salander y Michael Blomkvist –los héroes de Millenium– ilumina ese costado oscuro de su país al detallar los ataques de la derecha, de la creciente islamofobia y la violencia de los hombres contra las mujeres. Entre estos casos, Larsson relata y contrapone, con idéntico suspenso al de sus novelas, la suerte de Melissa, abusada, torturada y asesinada por los celos enfermos de su ex pareja en noviembre de 2001 y la de Fadime, ultimada por las costumbres de su padre inmigrante dos meses después. “En el periodismo de los sucesos los roles sexuales son más que obvios. Cuando la víctima es un hombre, se escribe siempre el nombre y el apellido”, escribe Larsson para contrastarlo con el de las víctimas mujeres. En Argentina sobran ejemplos. Desde María Soledad hasta Candela.

A la violencia de género que mata a 20 mujeres y a dos homosexuales por año en Suecia Larsson la llamaba el “terrorismo ante el que cerramos los ojos”.

Son imperdibles, por su humor, las cartas de lectores reaccionarios e indignados que cuestionaban el trabajo de Larsson. “Tu nombre quedará para siempre en la retina. Recurriste a tu conciencia antisueca ¿Tengo que recordarte de donde proviene gran parte de la actual violencia política? (…) Pues de esos a los que tú a menudo defiendes en tus artículos, esas sectas de izquierda”, lo provocaba un tal Viktor, que al menos tuvo la cortesía de firmar con su nombre, porque la mayoría de esas cartas eran anónimas. Larsson, sin embargo contesta siempre con una cortesía que resulta irónica. “Podía pasarse horas y horas contestando largos correos a ultraderechistas ávidos de discutir con él”, escribe Poohl.

Hoy, Expo es más grande y profesional que durante la época de Larsson, asegura su amigo. “El nos daba mucha responsabilidad, pero eso quizás nos ayudó a sobrevivir sin él”, agrega siempre parco y sin demasiada modestia Poohl. La revista también se benefició con el éxito y la devoción por Michael Blomkvist y Lisbeth Salander. Hoy el hermano de Larsson y su padre, sus herederos, aportan buena parte del presupuesto de la publicación. De la cruzada legal entre la compañera del difunto best-seller y co-fundadora de Expo, Eva Gabrielsson, y la familia del escritor; Poohl prefiere no opinar.

Este libro breve, intenso, de lectura rápida, no tiene nada que ver con esa extensa bibliografía sobre el autor –en libros y periódicos- más relacionada con el marketing y el éxito de Millenium que con el propio Larsson  Ni siquiera tiene que ver con el libro de su compañera durante 32 años Gabrielsson, quien alega que nunca se casaron legalmente por el temor del periodista a represalias de los grupos que investigaba. “El estaba más preocupado por nuestra seguridad que por la propia”, dice el parco Poohl.

 

ESCRITORES

Umberto Eco reescribe 'El nombre de la rosa' para hacerla más accesible

Esta noticia lleva ya unos cuantos días en circulación, pero por un motivo u otro no la había contado. El caso es que cuando un amigo me dijo el otro día que Umberto Eco iba a hacer una nueva versión de El nombre de la rosa creí que se estaba riendo de mí. Pero no, insistió que lo había visto en un par de periódicos, y sí, gente, es cierto. Eco está preparando una versión de su obra más conocida para hacerla más accesible a los lectores del siglo XXI

Bompiani, la editorial italiana del autor lo hacía público hace unos días, dando incluso una fecha para su salida al mercado, el cinco de octubre. La razón de esta adaptación es aproximar la obra a aquellos que, asustados por su dificultad, habían renegado de leerla, además de adaptarla a los lectores digitales. Esto último me hace sospechar en alguna edición especial para ebooks o similares, aunque tendremos que esperar para saberlo. Eso sí, la nueva versión conservará el mismo nombre y, por supuesto, la misma trama con los mismos personajes.

Para aquellos que no conozcan la historia, ‘El nombre de la rosa’ se desarrolla en una abadía italiana donde llega Guillermo de Baskerville acompañado de su joven pupilo Adso de Melk. Allí debe celebrarse una reunión para discutir sobre la herejía de la pobreza apostólica, pero pronto una sucesión de misteriosas muertes complicará la situación… Con la imponente biblioteca de la abadía como una protagonista más, Guillermo de Baskerville luchará por llegar al fondo del misterio.

La verdad es que la noticia me ha dejado un poco descolocado. Sinceramente, no entiendo la necesidad de hacer una versión light de esta novela. Vamos, de esta novela o de cualquier otra. Si hay alguna novela que no me apetece leer por ser demasiado complicada, dudo mucho que vaya a decantarme por una adaptación más fácil de esa misma novela. Igual me equivoco y tiene su público, pero a priori no le veo mucho sentido.

 

S.Manzano  

 

ESCRITORES

Tom Sharpe nos da su particular visión de los disturbios en Londres

Todos conocemos los lamentables disturbios que han tenido lugar en Londres hace tan sólo unos días, y Tom Sharpe ha querido dar su opinión sobre estos sucesos. El autor de Wilt, que tiene 83 añitos, se encuentra en su casa de Gerona recuperándose de una reciente operación y dando forma a sus memorias.

El escritor considera que estos disturbios nacen de la desigualdades sociales cada vez más extremas, y asegura que le ha recordado a la Revolución Francesa. Pero ya sabemos como es Tom, y tampoco ha querido dejar de lado algo que tienen en común todos los ingleses, que no es otra cosa que su propensión histórica a la violencia, según sus palabras, y que la verdad no parece muy desencaminado. En cualquier caso, mejor os pongo las palabras exactas del genial escritor:

Me recuerda a la Revolución Francesa, los ricos eran muy ricos, los pobres eran muy pobres, pero pese a ello aplicaron un nuevo impuesto sobre la sal a los más pobres. Creo que los ingleses, y yo me incluyo, son violentos con demasiada frecuencia; si observamos la historia, fui historiador, vemos en cuantas guerras llegamos a estar implicados.

En fin, que está bien en cualquier caso que los autores más reconocidos se pronuncien y se mojen sobre los problemas actuales que acucian a su sociedad, aunque en este caso haya sido desde la lejanía teniendo en cuenta dónde se encontraba cuando ocurrió todo. Ya sabemos que Tom Sharpe no se muerde la lengua, y estaría bien que se tuvieran en cuenta sus palabras, porque me da a mí que algo de verdad sí que tienen.

 

 

 

ESCRITORES

James Patterson vuelve a liderar la lista de los escritores mejor pagados

Dinero, dinero, dinero. De eso es de lo que vamos a hablar, y además lo vamos a hacer hablando de esas cantidades que no podemos ni llegar a imaginar. Y es que Forbes ha vuelto a publicar su lista anual de los escritores mejor pagados, y el líder indiscutible sigue siendo el mismo que el año pasado, James Patterson, del que sigo sin leer ni una línea de sus libros y que no le hace ascos a nada. En este añito ha publicado ¡10 libros!, y lo mismo le da meterse en el terreno de la literatura juvenil o en la infantil, así como dejarse llevar por el auge de los libro electrónicos, el caso es seguir haciendo caja, y no le ha salido mal, a juzgar por los 84 millones de dólares (catorce más que el año pasado) que se ha embolsado el amigo.

La segunda plaza la ocupa una clásica de la literatura romántica y que cuenta con una infinita legión de fieles seguidores, Danielle Steel, con 35 millones de dólares, muy lejos de la cabeza, y que también ha incrementado sus ventas gracias al libro electrónico. En la tercera plaza repite posición Stephen King con 28 millones, que nunca falta en una de estas listas, y que tampoco creo que tenga problemas para llegar a fin de mes (o de milenio).

En las otras dos posiciones de este particular top five, nos encontramos con Janet Evanovich, otra especialista en novela romántica a la que sólo conozco por estas listas, con 22 millones de dólares, que mejoran sus ingresos del año pasado. Y en la quinta plaza nos encontramos con Stephenie Meyer, que con 21 millones pierde tres posiciones con respecto al año pasado, y es que los vampiritos de su exitosa saga empiezan a flaquear, a pesar de su inmortalidad.

Otros nombres que aparecen en esta lista, ya en posiciones más retrasadas, son nombres clásicos en lo que a ganancias se refiere, como J.K. Rowling, John Grisham o Ken Follet. En fin, que para algunos es un negocio más que rentable esto de ser escritor. Y ahora, después de hablar de tantos y tantos millones, toca volver a la cruda realidad, a nuestros modestos números…

F.Beneroso  

La muerte de un sobreviviente

 

LUNES 13 DE JUNIO DE 2011

 

ENRIQUE VALIENTE NOAILLES
PARA LA NACION

Murió Jorge Semprún, escritor y político que perteneciera a la resistencia comunista y que fuera deportado de Francia a Buchenwald en 1943. No estamos entonces sólo ante la muerte de un gran escritor y de un hombre comprometido con su tiempo, sino ante la muerte de un sobreviviente de los campos de concentración nazis, que escribió un conmovedor libro alusivo, llamado La escritura o la vida . El derrotero de Semprún fue singular y queda esbozado en la curiosa alternativa que expresa ese título. Porque así como para Primo Levi, por ejemplo, escribir era salir del horror para volver a la vida, para Semprún significaba permanecer en la memoria de la muerte y sentía que podía conducirlo al suicidio. De allí su inicial compromiso político, su lanzarse de lleno al porvenir, como una forma de terapia y de "olvido". Y de allí también la nueva torsión de recomenzar la escritura cuando rompe con la política en 1963. Por muchos años, posiblemente por varios siglos, los hombres seguiremos leyendo los testimonios directos escritos acerca de los campos de concentración.

Será necesariamente así porque no comprendemos, no podemos pensar, no podemos concebir lo que Semprún llama "el mal radical", forma del mal que se distingue de toda otra. Cuentan que un periodista célebre de la época, Edward Munrow, de la CBS, culminó su emisión desde Buchenwald, dos días después de su liberación, diciendo lo siguiente: "Sólo les he contado una pequeña parte, créanme que para la mayoría de lo que he visto y oído, no tengo palabras". Y es por eso que damos vuelta esas páginas una y otra vez: para buscar las palabras.

"Imagino que habrá buen número de testimonios", le dice a Semprún un prisionero francés. "Valdrán lo que vale la nada del testigo, su agudeza, su perspicacia... Y enseguida vendrán los documentos... Todo será dicho, consignado... Todo será verdadero..., salvo que faltará la verdad esencial". Esa cosa esencial es la que uno teme que se pierda cuando muere un testigo directo.

Sin embargo, no se trata sólo de la muerte de una memoria viva de algo que todavía resta aprender de nosotros mismos. El significado de la muerte de alguien que ha sobrevivido a un campo de concentración es más singular. Por de pronto, no es la misma muerte la que vuelve después de varias décadas, de una manera serena, a completar la faena. El tiempo que medió entre aquel momento y éste puede resumirse en una diferencia: antes hubiera muerto un número, el 44904, que lo identificaba en el campo. Ahora, murió un hombre. Pero no sólo eso. Porque pareciera no bastar una sola muerte para dar cuenta de un sobreviviente, es decir, de alguien que debió aprender dos veces a vivir. Y, a la vez, una sola muerte tampoco puede dar cuenta de quien vivió por todos los que fueron asesinados brutalmente allí. Un sobreviviente es un hombre en el que vivían los fragmentos de los que nunca pudieron salir. En un sobreviviente del horror, la vida deja de ser sólo su vida y la muerte deja de ser sólo su muerte

Noticias

El cantautor Leonard Cohen, premio Príncipe de Asturias de las Letras

El cantautor canadiense Leonard Cohen, en una fotografía tomada el 17 de junio del año 2010 en Nueva York

El cantautor Leonard Cohen fue galardonado este miércoles con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011, informó el servicio de prensa de la Fundación Príncipe de Asturias. El artista canadiense, de 77 años, se impuso a los otros dos finalistas, su compatriota Alice Munro y el inglés Ian McEwan.

 

Más conocido por su faceta musical, Cohen es también autor de obras en verso y en prosa, trabajo por el que le ha reconocido el jurado. Éste le considera autor "de una obra literaria que ha influido en tres generaciones de todo el mundo, a través de la creación de un imaginario sentimental en el que la poesía y la música se funden en un valor inalterable".

"El paso del tiempo, las relaciones amorosas, la tradición mística de Oriente y Occidente y la vida contada como una balada interminable configuran una obra identificada con unos momentos de cambio decisivo a finales del siglo XX y principios del XXI", añadió el jurado, presidido por Víctor García de la Concha, ex director de la Real Academia Española.

Cohen, que publicó su primera obra poética "Let us compare mythologies" en 1956, inspirada en el poeta español Federico García Lorca, es autor de diferentes obras como la novela "The favourite game" o el poemario "Parasites of heaven".

Sin embargo, el flamante galardonado es más conocido del gran público por su faceta musical, que inició tempranamente en los años 50, durante su época de universitario, aunque no sería hasta 1967 cuando publicó su primer disco: "Songs of Leonard Cohen", que incluía alguno de sus temas más conocidos como "Suzanne" o "Sisters of Mercy".

Más tarde llegarían álbumes como "Songs from a room" o "Songs of love and hate", entre otros muchos trabajos de este cantautor, famoso por su voz quebrada, que en 2008 celebró sus 40 años subido a los escenarios.

Su dilatada carrera con una obra en la que son temas recurrentes "la persecución de los judíos, las relaciones de pareja y la religión", le ha hecho finalmente merecedor del galardón Príncipe de Asturias de las Letras. El pasado año, el premio recayó en el escritor libanés Amin Maaluf.

El de las Letras es el quinto de los ocho Premios Príncipe de Asturias que se conceden cada año (Artes, Ciencias Sociales, Comunicación y Humanidades, Letras, Cooperación Internacional, Deportes y Concordia). La de este año es la trigésimoprimera edición.

 

Cada uno de los Premios Príncipe de Asturias, concedidos por primera vez en 1981, está dotado con 50.000 euros y una escultura creada y donada expresamente por Joan Miró para estos galardones. Se entregarán en octubre en Oviedo, en un acto presidido por el príncipe Felipe, heredero al trono y cuyo título da nombre a los galardones. 

JUEVES 19 DE MAYO DE 2011

Un premio más para Philip Roth

 
El gran cronista de la experiencia judeo-americana de Nueva Jersey, ganador del Pulitzer y el National Book Award, recibió ahora el Man Booker Internacional. Compitiendo para el mismo reconocimiento estuvieron, entre otros, John le Carré y Juan Goytisolo

Philip Roth, el prestigioso escritor estadounidense de 78 años y más de 25 novelas —y también perenne candidato para el Premio Nobel— acaba de ser premiado con el Man Booker Internacional. Es la cuarta edición de esta versión globalizada del premio que en su origen, hace cuarenta años, premiaba la mejor novela del año publicada en el Reino Unido, la Commonwealth, la República de Irlanda o Zimbabwe.

En su discurso, que leyó de una hoja impresa, Roth agradeció el premio, que entrega 60.000 libras (96 mil dólares), y dijo:

“Me gustaría agradecer los jueces del premio Man Booker por haberme dado este premio de gran estima. Uno de los placeres particulares que he disfrutado como escritor es que mi obra haya sido leída internacionalmente, a pesar de todos los ataques de corazón que implican las traducción. Espero que el premio atraiga la atención de lectores en todo el mundo que no están familiarizados con mi trabajo. Esto es un gran honor y estoy dichoso de haberlo recibido.”

El discurso, subido a You Tube, dura tan solo 33 segundos.

El Man Booker Internacional, a diferencia del tradicional, se otorga a un corpus entero, no simplemente a una obra específica. Los tres ganadores previos fueron Ismail Kadaré en 2005, Chinua Achebe en 2007 y Alice Munro en 2009.

El encargado del jurado, Rick Gekoski, dijo sobre Roth:

“Su carrera es notable en el sentido de que comienza en un nivel altísimo y solo ha mejorado. En sus 50 y 60, en una edad en la cual la mayoría de los novelistas están en declive, el escribió una serie de novelas de la más alta calidad y que perdurarán. De hecho, su más reciente, Némesis (2010), es tan fresca, memorable y viva con sentimiento que cualquiera de las obras que ha escrito. Es un logro asombroso.”

El jurado del premio estuvo integrado por el escritor, académico y librero anticuario Dr. Rick Gekoski; la editora, escritora y crítica Carmen Callili, que renunció al jurado en disidencia con la elección (VER NOTA APARTE); y el novelista Justin Cartwright.

Los candidatos para el premio de este año fueron: Juan Goytisolo (España), James Kelman (Rieno Unido), John le Carré (Rieno Unido), Amin Maalouf (Lebanon), David Malouf (Australia), Dacia Maraini (Italia), Rohinton Mistry (India/Canadá), Philip Pullman (Rieno Unido), Marilynne Robinson (EE.UU.), Su Tong (China), Anne Tyler (EE.UU.) y Wang Anyi (China).

El premio se entregará el 28 de junio de este año en una cena formal en Londres.

 

MARTES 17 DE MAYO DE 2011

Hobsbawm: “Marx fue un profeta sin armas”

 

CON LA CRISIS GLOBAL, EL PENSAMIENTO DE ERIC HOBSBAWM HA VUELTO A ESTAR EN BOGA. AQUÍ, HABLA SOBRE EL INTERÉS DE LOS FINANCISTAS POR LAS IDEAS DE MARX, OPINA SOBRE EL COMUNISMO EN CHINA Y AFIRMA QUE EN AMÉRICA LATINA SE SIENTE “COMO EN CASA” PORQUE TODAVÍA SE HABLA EL LENGUAJE DEL SOCIALISMO. SU LIBRO “CÓMO CAMBIAR EL MUNDO” SERÁ PUBLICADO PRÓXIMAMENTE.

Hampstead Heath, en la zona arbolada del norte de Londres, se enorgullece del papel destacado que tuvo en la historia del marxismo. Es aquí donde los domingos Karl Marx llevaba a su familia hasta Parliament Hill, recitando en el camino a Shakespeare y a Schiller, para pasar una tarde de picnic y poesía. Los días de semana, se reunía con su amigo Friedrich Engels, que vivía cerca, para hacer una caminata a paso ligero por el monte, donde los “viejos londinenses”, como se los conocía, reflexionaban sobre la Comuna de París, la Segunda Internacional y la naturaleza del capitalismo.

POR TRISTRAM HUNT

Hoy, sobre una calle lateral que sale del monte, la ambición marxista sigue viva en la casa de Eric Hobsbawm. Nacido en 1917 (en Alejandría, bajo el protectorado británico de Egipto) a más de 20 años de la muerte de Marx y Engels, no conoció personalmente a ninguno de esos dos filósofos, por supuesto. Pero al hablar con Eric en la espaciosa sala de estar, llena de fotos familiares, honores académicos y toda una vida de objetos culturales, se percibe una sensación casi tangible de conexión con estos hombres y su memoria.

La última vez que entrevisté a Eric, en 2002, su brillante autobiografía Años interesantes –la crónica de un joven en la Alemania de Weimar, el amor de toda su vida por el jazz y la forma en que realizó la transformación del estudio de la historia en Gran Bretaña– acababa de salir y había recibido críticas elogiosas. También coincidió con otro ataque cíclico de los medios a la pertenencia de Eric al Partido Comunista, tras la publicación del libro de Martin Amis contra Stalin, Koba el temible. En ese entonces, el “profesor marxista” explicó que no buscaba, tal como escribió, “acuerdo, aprobación o simpatía” sino más bien, comprensión histórica para una vida en el siglo XX moldeada por la lucha contra el fascismo.

 

La crisis neoliberal

Las cosas cambiaron desde entonces. La crisis global del capitalismo, que causa estragos en la economía mundial desde 2007, transformó los términos del debate.

De pronto, resurgió la crítica que hace Marx acerca de la inestabilidad del capitalismo. “Ha vuelto”, proclamó el London Times en el otoño de 2008 cuando las bolsas se desplomaban, los bancos eran nacionalizados en forma sumaria y Sarkozy, el presidente de Francia, era fotografiado hojeando Das Kapital(cuyas ventas aumentaron al punto de llegar a las listas alemanas de libros más vendidos). Hasta el papa Benedicto XVI se vio obligado a elogiar la “gran habilidad analítica” de Marx. Karl Marx, el gran ogro del siglo XX, había sido resucitado en las universidades, los encuentros de debate y las oficinas editoriales.

Parecería ser, pues, el momento ideal para que Eric Hobsbawm reúna sus ensayos más celebrados sobre Marx en un solo volumen, junto con material nuevo sobre el marxismo a la luz del colapso económico. Para Hobsbawm, el deber continuo de abordar a Marx y sus múltiples legados –entre otras cosas, en este libro, algunos nuevos capítulos excelentes sobre el significado de Gramsci– sigue siendo fuerte.

El propio Eric, empero, cambió. Sufrió una fea caída en Navidad y ya no puede eludir las limitaciones físicas de sus 93 años. El humor y la hospitalidad tanto suyos como de su esposa, Marlene, así como su intelecto, su agudeza política y su amplitud de visión, continúan no obstante maravillosamente intactos. Con un Financial Times sobre la mesa de café, Eric pasó sin contratiempos de los sondeos sobre Lula, el presidente saliente de Brasil, a las dificultades ideológicas que afronta el Partido Comunista en Bengala Occidental o las convulsiones en Indonesia que siguieron a la caída económica global de 1857.

La sensibilidad global y la ausencia total de provincianismo, siempre tan sólidas en su obra, siguen configurando su política y su historia.

Y después de una hora hablando sobre Marx, el materialismo y la lucha continua por la dignidad humana frente a los chubascos del libre mercado, uno se va de la terraza de Hobsbawm en Hampstead –cerca de los senderos por los que solían caminar Karl y Friedrich– con el sentimiento de haber pasado por un seminario vertiginoso con una de las grandes mentes del siglo XX. Una mente resuelta, además, a mantener una mirada crítica sobre el XXI.

¿En el núcleo de este libro hay una idea de reivindicación? ¿De que aun cuando las ideas propuestas en su momento por Karl Marx no sean ya relevantes, él hacía las preguntas correctas sobre la naturaleza del capitalismo y que el capitalismo que surgió en los últimos 20 años se parecía mucho a lo que Marx pensaba allá por el año 1840?

Sí, sin duda. El redescubrimiento de Marx en esta en esta época de crisis capitalista se debe a que en 1848 predijo más que ningún otro el mundo moderno. Es, creo, lo que ha atraído hacia su obra la atención de una serie de nuevos observadores, paradójicamente, en primer lugar gente de negocios y comentaristas de negocios más que de la izquierda. Recuerdo haberlo observado justamente en la época del 150° aniversario de la publicación de El manifiesto comunista, cuando en la izquierda no se estaban haciendo muchos planes para celebrar. Descubrí para mi gran asombro que los editores de la revista que daban en el avión de United Airlines decían que querían publicar algo sobre El Manifiesto . Al poco tiempo, estuve almorzando con el financista George Soros que me preguntó: “¿Qué piensa usted de Marx?” Aunque no coincidíamos en muchas cosas, me dijo: “Ese tipo definitivamente algo tenía”.

¿Tiene la sensación de que lo que le gusta, en parte, de Marx a gente como Soros es cómo describe de manera brillante la energía, el carácter iconoclasta y el potencial del capitalismo? ¿Era esa la parte que atraía a los altos ejecutivos que volaban por United Airlines?

Creo que es la globalización, los impresionaba el hecho de que predijera la globalización, como quien dice, una globalización universal, que incluye la globalización de los gustos y todo lo que trae aparejado. Pero pienso que los más inteligentes también veían una teoría que permitía una especie de desarrollo recortado de la crisis. Porque la teoría oficial en esa época (fines de los años 1990) teóricamente rechazaba la posibilidad de una crisis.

¿Y ese discurso de “un fin de la expansión y contracción” y salir del ciclo económico?

Exactamente. Lo que pasó a partir de los años 1970, primero en las universidades, en Chicago y el resto, y finalmente, desde 1980 con Thatcher y Reagan fue, supongo, una deformación patológica del principio de libre mercado que propicia el capitalismo: la economía de mercado pura y el rechazo del Estado y de la acción pública que no creo que ninguna economía del siglo XIX haya puesto en práctica realmente, ni siquiera los Estados Unidos. Y estaba en conflicto, entre otras cosas, con la forma en que el capitalismo había funcionado en su época más exitosa, entre 1945 y comienzos de los 70.

Cuando dice “exitosa”, ¿es en cuanto a elevar los niveles de vida en los años de la posguerra?

Exitosa porque dio ganancias y aseguró algo como una población políticamente estable y relativamente satisfecha a nivel social. No era ideal pero era, digamos, un capitalismo con rostro humano.

Y usted considera que el renovado interés por Marx también se debió al fin de los Estados marxistas/leninistas. ¿La sombra leninista desapareció y usted pudo volver a la naturaleza original de la escritura de Marx?

Con la caída de la Unión Soviética, los capitalistas dejaron de tener miedo y en ese sentido tanto ellos como nosotros pudimos analizar el problema de una manera mucho más equilibrada, menos distorsionada por la pasión que antes. No obstante, yo creo que fue más la inestabilidad de esta economía neoliberal globalizada la que empezó a ser muy notable al final del siglo. Mire, en cierto modo, la economía globalizada fue dirigida en forma efectiva por lo que podríamos llamar el Noroeste [Europa occidental y Norteamérica] global y ellos impulsaron ese fundamentalismo de mercado ultra-extremo. Al principio, pareció funcionar muy bien –al menos en el viejo noroeste– aunque desde el comienzo se podía ver en la periferia de la economía global que creaba terremotos, grandes terremotos. En América Latina hubo una enorme crisis financiera a comienzos de los 80. A comienzos de los 90, en Rusia hubo una catástrofe económica. Y después hacia finales del siglo, se produjo ese colapso enorme, casi global, que fue de Rusia a Corea (del Sur), Indonesia y Argentina. Esto hizo que la gente empezara a pensar, me parece, que había en el sistema una inestabilidad de base que antes se había pasado por alto.

Se ha llegado a sugerir que la crisis que vemos desde 2008 en relación con Estados Unidos, Europa y Gran Bretaña no es tanto una crisis del capitalismo en sí, sino del capitalismo financiero moderno de Occidente. Mientras tanto, Brasil, Rusia, India y China –BRIC– están desarrollando sus economías al mismo tiempo sobre modelos cada vez más capitalistas. ¿O es simplemente que ahora nos toca sufrir a nosotros las crisis que ellos tuvieron hace 10 años?

El verdadero avance de los países BRIC es algo que se produjo en los últimos 10 años, 15 como máximo. O sea que en ese sentido se puede decir que fue una crisis del capitalismo. Por otro lado, creo que es riesgoso asumir, como hacen los neoliberales y los defensores del libre mercado, que hay un solo tipo de capitalismo. El capitalismo es, si se quiere, una familia, con una variedad de posibilidades, desde el capitalismo dirigido por el Estado de Francia hasta el libre mercado de Estados Unidos. Por lo tanto es un error creer que el avance de los países BRIC es simplemente lo mismo, como la generalización del capitalismo occidental. No lo es: la única vez que se intentó importar el fundamentalismo del libre mercado al por mayor fue en Rusia y resultó un fracaso absolutamente trágico.

Usted planteó el tema de las consecuencias políticas del colapso. En su libro, habla de una insistencia en analizar los textos clásicos de Marx como si aportaran un programa político coherente para hoy, pero ¿adónde cree que va en la actualidad el marxismo como proyecto político?

No creo que Marx haya tenido nunca un proyecto político, por así decirlo. Políticamente hablando, el programa específico de Marx era que la clase trabajadora se formara como un cuerpo consciente de clase y actuara políticamente para adquirir poder. Fuera de eso, Marx de manera muy deliberada fue vago en razón de su aversión hacia las cosas utópicas. Paradójicamente, yo diría incluso que a los nuevos partidos se les permitía improvisar, hacer lo que pudieran sin instrucciones efectivas. Lo que Marx había escrito equivalía apenas un poco más que a las ideas estilo Cláusula IV sobre la propiedad privada, en ninguna parte cercano siquiera a brindar una orientación a los partidos o ministerios. Mi opinión es que el principal modelo que los socialistas y los comunistas del siglo XX tuvieron en mente fueron las economías de guerra dirigidas por el Estado de la Primera Guerra Mundial, que no eran particularmente socialistas pero que sí aportaban alguna suerte de orientación acerca de cómo podía llegar a funcionar la socialización.

¿No le sorprende la incapacidad, ya sea de la izquierda marxista o socialdemócrata, de aprovechar la crisis de estos últimos años políticamente? Aquí estamos sentados a 20 años de la muerte de uno de los partidos que usted más admira, el Partido Comunista de Italia. ¿Lo deprime el estado de la izquierda en este momento en Europa y en otras partes?

Sí, por supuesto. De hecho, una de las cosas que estoy tratando de mostrar en el libro es que la crisis del marxismo no es sólo la crisis de la rama revolucionaria del marxismo sino de la rama social demócrata también. La nueva situación en la nueva economía globalizada finalmente aniquiló no sólo al leninismo marxista sino también al reformismo social demócrata, que fue esencialmente la clase trabajadora ejerciendo presión sobre sus Estados-nación. Con la globalización, no obstante, la capacidad de los Estados para responder a esta presión disminuyó efectivamente. Y entonces la izquierda retrocedió dando a entender: “Miren, los capitalistas están haciendo las cosas bien, lo único que debemos hacer es dejarlos ganar y asegurarnos de recibir nuestra parte”. Eso funcionó mientras esa parte se tradujo en crear Estados de bienestar, pero a partir de los años 1970, dejó de funcionar y entonces hubo que hacer, efectivamente, lo que hicieron Blair y Brown: dejarlos ganar todo el dinero posible y tener la esperanza de que se derramara la cantidad suficiente como para que nuestro pueblo estuviera mejor.

Entonces, ¿hubo un pacto faustiano para que en los buenos tiempos, en tanto las ganancias fueran saludables y se pudiera garantizar la inversión en educación y salud, no hiciéramos demasiadas preguntas?

Sí, mientras mejoró el nivel de vida.

Y ahora al caer las ganancias ¿luchamos por encontrar respuestas?

Ahora que con los países occidentales estamos yendo para el otro lado, con el crecimiento económico relativamente estático, declinando incluso, la cuestión de las reformas vuelve a tornarse urgente una vez más.

¿Usted ve como parte del problema, en lo que a la izquierda se refiere, el final de una clase trabajadora masiva consciente e identificable, algo que fue tradicionalmente esencial para la política socialdemócrata?

Históricamente es cierto. Los gobiernos socialdemócratas y las reformas cristalizaron en torno de partidos de clase obrera. Estos partidos nunca fueron, o sólo rara vez, totalmente de clase trabajadora. Siempre fueron hasta cierto punto alianzas: alianzas con ciertos tipos de intelectuales progresistas y de izquierda, con minorías, minorías religiosas y culturales, posiblemente muchos países con distintos tipos de pobres trabajadores, obreros. Con la excepción de los Estados Unidos, la clase trabajadora fue un bloque masivo reconocible durante mucho tiempo, ciertamente hasta bien entrada la década de 1970. Creo que la rapidez de la desindustrialización en este país alteró muchísimo no sólo la magnitud sino también, si se quiere, la conciencia de la clase trabajadora. Y no hay ningún país en la actualidad donde la clase trabajadora industrial pura en sí sea suficientemente fuerte. Lo que todavía es posible es que la clase trabajadora forme, por así decirlo, el esqueleto de movimientos más amplios de cambio social. Un buen ejemplo de esto, en la izquierda, es Brasil, que presenta un caso clásico de partido laborista de fines del siglo XIX basado en una alianza de sindicatos, trabajadores, los pobres en general, intelectuales, ideólogos y distintos tipos de izquierdistas, que ha producido una coalición gobernante asombrosa. Y no se puede decir que no sea exitosa después de ocho años de gobierno con un presidente saliente que cuenta con niveles de aprobación del 80%. En este momento, ideológicamente, me siento más en casa en América Latina porque sigue siendo el lugar en el mundo donde la gente todavía habla y dirige la política con el viejo lenguaje, el lenguaje del siglo XIX y el XX de socialismo, comunismo y marxismo.

En términos de partidos marxistas, algo que se desprende con mucha fuerza de su trabajo es el rol de los intelectuales. Hoy, vemos un entusiasmo enorme en universidades como la suya en Birkbeck, con reuniones y actos. Y si miramos los trabajos de Naomi Klein o David Harvey o las presentaciones de Slavoj Zizek, hay un verdadero entusiasmo. ¿Lo entusiasman estos intelectuales públicos del marxismo en este momento?

No sé si ha habido un gran cambio pero es indudable: con los actuales recortes del Gobierno habrá una radicalización de los estudiantes. Eso es algo del lado positivo. Del lado negativo... si analizamos la última oportunidad de una radicalización masiva de estudiantes en el 68, no significó demasiado. No obstante, como pensaba entonces y sigo pensando aún hoy, es preferible que los jóvenes, hombres y mujeres, piensen que están en la izquierda a que los jóvenes, hombres y mujeres, sientan que lo único por hacer es conseguir un trabajo en la bolsa.

¿Y cree que hombres como Harvey y Zizek desempeñan un papel útil en eso?

Supongo que la descripción de presentador se ajusta a Zizek. Tiene ese elemento de provocación que es muy característico y que ayuda a generar el interés de la gente, pero no estoy seguro de que quienes leen a Zizek se sientan mucho más cerca de repensar los problemas de la izquierda.

Permítame pasar de Occidente a Oriente. Uno de los interrogantes más urgentes que usted se plantea en el libro es si el Partido Comunista chino puede desarrollar su nuevo lugar en la escena global y responder a ésta.

Es un gran misterio. El comunismo desapareció pero subsiste un elemento importante del comunismo, ciertamente en Asia, que es el Partido Comunista estatal que dirige a la sociedad. ¿Cómo trabaja? En China me parece que hay un grado más alto de conciencia de la inestabilidad potencial de la situación. Probablemente haya una tendencia a crear más espacio de maniobra para una clase media intelectual creciente y para sectores educados de la población, que, después de todo, se medirán en decenas, posiblemente cientos de millones. También es cierto que el Partido Comunista en China parece estar reclutando un liderazgo tecnocrático. Cómo se une todo eso, no lo sé. Lo que sí me parece posible con esta rápida industrialización es el crecimiento de movimientos laboristas, y no queda claro hasta qué punto el Partido Comunista chino puede encontrar lugar para las organizaciones del trabajo o si las consideraría inaceptables, a la manera en que [consideró inaceptables] las protestas de la Plaza Tianannmen.

Permítame hacerle algunas preguntas sobre la política aquí en Gran Bretaña, para conocer su idea sobre la coalición. Me parece que tiene cierto aire de 1930 en lo relacionado con su ortodoxia fiscal, recortes del gasto, desigualdades del ingreso, con David Cameron como una figura muy similar a Stanley Baldwin. ¿Cuál es la lectura que usted hace?

Detrás de los distintos recortes que se sugieren en este momento, y que tienen la justificación de librarse del déficit, claramente parece haber una demanda ideológica sistemática de deconstruir, semiprivatizar, los viejos acuerdos, ya se trate del sistema de pensiones, la asistencia social, el sistema escolar o incluso el de salud. Estas cosas en la mayoría de los casos no se tuvieron en cuenta ni en el manifiesto conservador ni en el liberal y sin embargo, viéndolo desde afuera, éste es un gobierno mucho más radicalmente derechista de lo que parecía a primera vista.

¿Y cuál le parece que debería ser la respuesta del Partido Laborista?

El partido Laborista en líneas generales no ha sido una oposición muy eficaz desde la elección, en parte porque pasó meses y meses eligiendo a su nuevo líder. Pienso que el Partido Laborista debería, en primer lugar, hacer mucho más hincapié en que para la mayoría de la gente en los últimos 13 años, la época no fue del colapso al caos sino en realidad una época en que la situación mejoró, y particularmente en áreas como las escuelas, los hospitales y toda una serie de otros logros culturales – o sea que la idea de que de alguna manera todo debe ser desmantelado y sepultado no es válida. Creo que debemos defender lo que la mayoría de la gente cree que debe básicamente ser defendido y que es la provisión de alguna forma de bienestar desde la cuna hasta la tumba.

Usted conoció a Ralph Miliband, puesto que los Miliband son viejos amigos. ¿Qué cree que habría pensado Ralph de la contienda entre sus hijos y el desenlace con Ed dirigiendo el Partido?

Bueno, como padre obviamente no podría dejar de estar bastante orgulloso. Ciertamente estaría mucho más a la izquierda de sus dos hijos. Creo que Ralph se identificó realmente durante la mayor parte de su vida con el rechazo del Partido Laborista y de la ruta parlamentaria, y la esperanza de que, de alguna manera, fuera posible que naciera un partido socialista como corresponde. Cuando Ralph finalmente se reconcilió con el Partido Laborista, fue en el período menos útil, a saber la época de Bennite cuando no hizo mucho. De todos modos, creo que Ralph ciertamente habría esperado algo mucho más radical de lo que hasta ahora parecieron hacer sus hijos.

El título de su nuevo libro es Cómo cambiar el mundo . Usted escribe, en el último párrafo, “todavía sigue pareciéndome plausible el reemplazo del capitalismo”. ¿Es una esperanza intacta y es lo que lo mantiene trabajando, escribiendo y pensando en este momento?

No existe ninguna esperanza intacta en esta época.

Cómo cambiar el mundo es un relato de lo que hizo fundamentalmente el marxismo en el siglo XX, en parte a través de los partidos socialdemócratas que no derivaron directamente de Marx y de otros partidos –los partidos laboristas, los partidos de los trabajadores, etc.– que subsisten como gobierno y como partidos potenciales en el gobierno en todas partes. Y segundo, a través de la Revolución rusa y todas sus consecuencias. El precedente de Karl Marx, un profeta sin armas, inspirador de grandes cambios, es innegable. De manera muy deliberada, no digo que haya perspectivas equivalentes en este momento. Lo que digo ahora es que los problemas básicos del siglo XXI requerirían soluciones que ni el mercado puro, ni la democracia progresista pura pueden resolver adecuadamente. Y en ese sentido, habría que pensar una combinación diferente, una mezcla diferente de público y privado, de acción y control del Estado y libertad. Cómo se llamará eso, no lo sé. Pero podría perfectamente no ser capitalismo, ciertamente no en el sentido en el que lo hemos conocido en este país y en los Estados Unidos.

Traduccion: Cristina Sardoy.

(c) The Guardian, 2011